16 de enero de 2016

Anclaje y Ajuste

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Uno de los heurísticos (atajos cognitivos) que utilizamos los seres humanos es el de “anclaje y ajuste“. Consiste en que, una vez que hemos etiquetado a una persona (“ancla”), nos volvemos resistentes ante aquella información que vaya en contra de nuestras creencias sobre ella, mientras que tenderemos a dar prevalencia a la información que las confirme (esto se conoce como “sesgo confirmatorio”), efectuando, si es necesario, pequeños ajustes en el etiquetado. Es decir, si considero a Juan una persona honesta, mi mente se resistirá a aceptar información contraria (por ejemplo, conocer que Juan mintió a un compañero de trabajo). De ahí el término “anclaje”. El resto de conocimientos que vayamos adquiriendo sobre Juan efectuarán pequeños “ajustes” sobre esa idea inicial que nos hemos formado.




Para ilustrar cómo el etiquetado (en tanto elemento básico de nuestros esquemas mentales) ejerce una poderosa influencia sobre nosotros, veamos un sencillo ejercicio. Supongamos que Eva, de 42 años, lleva toda su vida viviendo en un pueblo de unos 80 habitantes, tiene un cuerpo fornido, con manos grandes y desgastadas, y suele vestir con ropa cómoda (pantalones anchos y sueltos, camiseta y botas). Imagina que tuvieras que adivinar cuál es, de entre las siguientes opciones, la profesión de Eva:

  • Notaria
  • Agricultora
  • Maestra

No tengo ni idea de cuál es la profesión de Eva, porque es un personaje inventado, naturalmente. Lo más habitual en este caso es apostar por la opción agricultora, porque es la más congruente con nuestro etiquetado previo sobre Eva (persona de pueblo pequeño, fornida, trabajadora… etc.). De hecho, si Eva fuese notaria nos resultaría un tanto sorprendente. Estableceríamos el pequeño “ajuste” (no es agricultora, sino notaria), pero seguiríamos pensando que Eva debe ser de carácter fuerte, reacia a la vida en la ciudad, etc. (“anclaje”).


Centrándonos en el ámbito de la crianza, nuestro entorno y a veces nosotros mismos ponemos a los hijos etiquetas de forma sistemática: “ese niño es muy nervioso“, “esa niña es muy lista“, o “mi hijo me ha salido muy bueno“. Este etiquetado, más allá de su faceta adaptativa, tiene un doble efecto. Sobre los padres y sobre los hijos. Así, el etiquetado con nuestros hijos puede tener algunas consecuencias no deseadas y no fácilmente apreciables.

[Extracto del artículo Niño Bueno Niño Malo]
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